¿Qué diablos me dijo mi abuelo que nunca me doy por vencido?

Me dijo: “Sé el mejor”. Y aunque esas palabras parecen simples, guardan una carga inmensa que he llevado conmigo toda la vida.

No se trataba solo de ganar, de destacar, de ser el número uno. Se trataba de dar lo mejor de mí, incluso cuando nadie mirara. De levantarme cuando el cuerpo me gritaba que no podía más. De intentarlo una y otra vez, incluso después de caer. Mi abuelo no me dio un mapa, pero sí me dio una brújula: el valor de la perseverancia, el honor del esfuerzo, y la dignidad de no rendirme.

“Sé el mejor” no significa compararte con los demás. Significa competir contigo mismo cada día, superarte, elevar tu espíritu. Ser mejor persona, mejor hijo, mejor ser humano. Ser el mejor en amar, en cuidar, en luchar por lo justo. Y sobre todo, ser el mejor en no rendirte jamás ante lo que realmente vale la pena.

Hoy, mis hijos, les entrego esas mismas palabras. Pero no como una carga, sino como un fuego que ilumine su camino. Si alguna vez sienten que no pueden más, recuerden esto: ustedes vienen de una historia de fuerza, de resistencia, de fe. Y mientras respiren, siempre pueden volver a intentarlo.

Porque lo que me enseñó mi abuelo y ahora yo les transmito es simple y poderoso:

No se den por vencidos. Sean los mejores, sí… pero los mejores en nunca rendirse.

Rsantos