En muchas ocasiones, cuando una persona busca un amante, no lo hace únicamente por deseo físico, sino porque en ese espacio clandestino encuentra algo que siente ausente en su relación: el reconocimiento. Esther Perel, reconocida psicoterapeuta y especialista en relaciones de pareja, explica que las infidelidades no siempre nacen de la falta de amor hacia la pareja oficial, sino de la falta de vitalidad y de sentirse visto.

El amante se convierte entonces en un espejo donde el individuo se redescubre, donde su valor, atractivo y existencia son validados. No es tanto la otra persona en sí misma, sino lo que despierta: esa sensación de volver a ser deseado, admirado o tomado en cuenta. Psicológicamente, esto se conecta con una necesidad básica del ser humano: sentirse significativo para alguien.

El problema es que, cuando el reconocimiento no se encuentra dentro de la relación principal, se busca afuera, en un intento por llenar ese vacío. Pero la raíz no está en el amante, sino en la carencia interna y en la falta de un diálogo abierto dentro del vínculo. Como señala Perel, la verdadera tarea de la pareja madura es mantener viva la capacidad de mirarse con ojos nuevos, de alimentar el reconocimiento mutuo y de evitar caer en la trampa de dar al otro por sentado.

En última instancia, lo que muchos buscan en un amante no es otra persona, sino una versión de sí mismos que sienten perdida: una versión donde vuelven a sentirse valiosos y vivos.