¿Alguna vez has sentido que cargas con algo que no entiendes del todo, pero que no te deja avanzar?

Como si una parte de ti estuviera atrapada en algo que ya pasó… pero que no ha sanado.

Yo también lo he sentido.

Y aprendí algo que me marcó para siempre:

No podemos cambiar nuestro pasado, pero sí podemos dejar de vivir atrapados en él.

La psicóloga Alice Miller decía que muchas de las heridas más profundas vienen de nuestra infancia…

No solo de lo que nos hicieron, sino de lo que no nos dieron:

el amor, el respeto, la protección…

Y lo más duro es que aprendimos a callar, a ser “fuertes”, a no molestar, a no sentir.

John Bowlby, con su teoría del apego, nos mostró que nuestras primeras relaciones nos marcan.

Si crecimos con miedo, con abandono emocional o con indiferencia…

Es normal que ahora nos cueste confiar, amar o incluso estar en paz con nosotros mismos.

Pero no todo está perdido.

Como decía Erich Fromm:

“El amor maduro dice: te necesito porque te amo. El amor inmaduro dice: te amo porque te necesito.”

Y eso empieza con uno mismo.

Aprender a amarte sin condiciones. A decir: sí, me dolió… pero no me va a definir el resto de mi vida.

No se trata de culpar a nadie.

Se trata de dejar de revivir la misma historia una y otra vez…

De reconocer que hay un niño o una niña dentro de ti que todavía espera que alguien lo escuche, lo abrace, le diga: ya no estás solo.

Alice Miller lo llamó “el drama del niño dotado”:

Ese niño que se adaptó, que fue bueno, que escondió su dolor para no molestar.

Y que ahora, de adulto, ya no sabe cómo mostrarse vulnerable…

Porque teme no ser amado si no es perfecto.

Pero hoy puedes hacer algo distinto.

Hoy puedes mirarte con compasión, con ternura, con verdad.

Puedes decir: sí me faltó amor, sí me dolió… pero hoy me doy lo que me negaron.

Y eso, créeme… es libertad.

Así que, por favor…

No te sigas castigando por cosas que no fueron tu culpa.

No sigas repitiendo patrones que no elegiste.

No te sigas abandonando.

Mírate con amor.

Abrázate con paciencia.

Y recuerda:

No podemos cambiar nuestro pasado…

pero sí podemos dejar de vivir atrapados en él.